lunes, 20 de octubre de 2008

SOY UNA EMIGRANTE.

Soy una emigrante de Ecuador y con ello me he convertido en una mujer sin patria que se siente extranjera en su tierra natal. Llevo siete años residiendo en Andalucía, a la que considero mi tierra adoptiva, donde vivo y donde gano el pan de cada día; la falta de trabajo y alternativas económicas me hicieron llegar a este lindo país.
La situación de Ecuador, mi país, es cada vez peor; los artículos de primera necesidad suben cada día y aún no hemos encontrado al gobernante que nos sepa conducir de la manera debida. Y es que nuestro país tiene ricos recursos, algunos aún no explotados, pero nuestros ministros son tan corruptos que llegan solamente al poder para robar, no para levantar al país. Para aprobar una ley siempre exigen algo a cambio.
Como ejemplo, el ex presidente del Ecuador Abdalá Bucaran , en 1977, fue destituido del cargo por “incapacidad mental para gobernar” y por la exagerada corrupción que consumía al país, y es que ya no se podía soportar tanta desvergüenza, desfachatez e inmoralidad, además de las disparatadas medidas económicas que implantó. Hay mucha gente que ha emigrado a otros países y que no desean regresar, pues no tienen futuro y se van en busca de progreso, pero ¿a cambio de qué costo? Primero tienen que aventurarse a ver lo que consiguen, pero la vida los hace fuertes y decididos, aunque en esos momentos no saben como será su nueva vida; segundo, hay padres que dejan a sus hijos a cargo de familiares o amistades. Además de la crisis económica, que se acrecienta cada vez más, se da una crisis de valores: muchos niños han quedado “huérfanos” de cariño, sin apoyo moral, sin el afecto, el amor y la compañía de sus padres; no tienen de quién aprender, ni quién les diga lo que está bien o lo que está mal y, con el tiempo, muchos acaban perdiendo el cariño de sus hijos…éstas son algunas de las consecuencias de la emigración.