Sentado en su despacho, el comisario estaba ojeando expedientes cuando el cabo se presentó trayendo al detenido un mozo de treinta años a lo sumo, vestía bombacha gris, corralera que a juzgar por lo vieja estaba dando muestra de la miseria de su dueño.
Sin levantar la vista de los papeles, prestó oído a la palabra del cabo, me lo entregó el sargento, a según dice, este paisano vago le robó unas botas al bolichero Vivas, comisario.
Unas botas ajá!, ladrón barato ¿cómo te llamás? Orencio Nievas señor… ¿trabajás? no señor, no hallo trabajo, estuve, estuve trabajando en la chacra de don Barcala, pero en cuanto terminó la juntada del maíz, me echaron y ahora hago algunas changas y ansina vivo señor, ¿y a qué le llamas changas?, andás robando?
El paisano bajó la vista al suelo. A dónde tenés la botas? en el rancho señor. Cabo mande a buscarlas y páselo pa adentro a este ratero, que ya vamos a ver lo que le damos.
Salió el milico tras la orden , y el comisario se quedó pensando un par de botas, ni pa robar sirven estos paisanos vagos.
No habían pasao dos horas que un milico se cuadró en la puerta del despacho. permiso mi comisario, fui hasta la casa del detenido Nievas a traer las botas que le robó a don Vivas. me las entregó, me las entregó su mujer, las tenía puestas un hijo de ellos, un chico de unos siete años señor, con que esas son las botas?, son muy chicas pa ensuciarse las manos y que decía la mujer?, y nada comisario, lloraba como una magdalena y cuando me iba, me dio esa carta pa que se la entregue a usted en las propias manos.
Haber déme nada más natural, mujeres que piden los maridos, mujeres que piden los maridos , lo malo que siempre los hallan angelitos, aunque le hagan sombra al mismo diablo.
Pero esa carta era distinta a todas, escrita en un papel de traza, mugriento y arrugado las palabras eran una hilera torpe de garabatos que había estampado la gracia y la inocencia de aquella criatura de siete años, ajena por completo a la desgracia que la miseria tendió sobre su rancho.
El señor comisario se fruncía al tiempo que la iba descifrando, y al acabar de leer… Agente…, vaya hasta la casa del detenido Nievas y devuélvale a la mujer esas botas, dígale dígale… que fue un error.. que nos disculpe, después me le pregunta al bolichero de parte del comisario cuánto valen las botas, se las paga y que se olvide el caso espere, espere no se vaya a Orencio Nievas ya mismo me lo sueltan y que no deje de llegarse hasta aquí mañana mismo puede ser, puede ser que le haya hallado algún trabajo, se retiró el milico tras la orden, y Don Segundo se acomodó en la silla para repasar esa sucia hoja de papel que aún temblaba como un pajarito herido entre sus manos.
Señores reyes magos, yo les pido que este año no se olviden de traerme las boticas yo soy bueno, ya según dicen los otros chicos, ya según dicen los otros chicos, si uno se porta bien todito el año, ustedes no se olvidan de regalo.
Al dejar de leer… el comisario sintió como una braza dentro del pecho, y hechó pa fuera toda la rabia murmurando, mientras que la miseria, mientras que la miseria haga ladrones de esta laya…yo nunca serviré pa comisario